CONSOLACIÓN
"Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren."
2 Corintios 1:3-4 (NVI)
En nuestra vida cristiana, experimentamos el consuelo de Dios en medio de nuestras pruebas y dificultades. Este consuelo no solo está destinado a nuestro bienestar personal, sino que también tiene el propósito de capacitar y animar a otros que atraviesan situaciones similares. Hoy vamos a meditar en esta verdad y exploraremos cómo podemos ser instrumentos de consuelo en las manos de Dios.
Pablo nos presenta una imagen clara del carácter de Dios como Padre misericordioso y fuente de toda consolación. El consuelo que recibimos de Dios no es estático, tiene un propósito y es que nosotros podamos ser canales de ese mismo consuelo para los demás.
Veamos cómo esto se manifiesta en la vida de otros personajes de la palabra:
Elías y la viuda de Sarepta (1 Reyes 17:8-24)
Dios proveyó para Elías durante una sequía enviándolo a la casa de una viuda. Allí, Dios no solo consoló a Elías sino también a la viuda y su hijo, proveyéndoles alimento y resucitando al hijo de la viuda.
Pablo y su ministerio (Hechos 9:15-16, 2 Corintios 1:8-10)
Pablo, quien sufrió mucho por el Evangelio, recibió consuelo y fortaleza de Dios. Este consuelo le permitió continuar su ministerio y consolar a otros creyentes con su testimonio
Es importante que reflexionemos sobre momentos específicos en los que hemos experimentado el consuelo de Dios, que seamos agradecidos por su presencia y ayuda en esos tiempos y muy importante que seamos instrumentos de Consuelo para otros.
Oremos para que Dios nos muestre a quién podemos consolar. Puede ser alguien que esté pasando por una situación similar a la que hemos enfrentado.
Compartir nuestro testimonio, nuestra experiencia y la manera en que Dios nos consoló pueden ser una fuente de esperanza y aliento para otros.
Oremos:
Padre Celestial, te agradecemos porque eres un Dios de toda consolación. Gracias por consolar nuestros corazones en momentos de dificultad. Ayúdanos a ser sensibles a las necesidades de los demás y a ser instrumentos de tu consuelo. Llénanos con tu Espíritu Santo para que podamos llevar esperanza y aliento a aquellos que sufren. En el nombre de Jesús, amén.
Dios te continúe bendiciendo
Julia Andrea Bustamante
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