CUIDA TUS PALABRAS

 


La manera en que hablamos es una expresión de lo que llevamos en el corazón. Las palabras vulgares, insultos o expresiones negativas no solo lastiman a quienes las escuchan, sino que también dañan nuestro propio testimonio como creyentes. Dios nos llama a ser luz y a utilizar nuestras palabras para edificar a otros, no para derribarlos. Por medio de una comunicación limpia y honesta, reflejamos el amor y la santidad de Dios en nuestras vidas.

 "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes."

Efesios 4:29 

Aquí, Pablo nos enseña que nuestras palabras deben estar llenas de gracia y ser útiles para edificar a los demás. Este versículo nos anima a evitar expresiones que no contribuyan al bienestar de quienes nos rodean.

"Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno."

Colosenses 4:6 

Pablo nos recuerda que nuestras palabras deben ser amables y sabias. La “sal” es un símbolo de pureza y buen sabor, representando una comunicación que edifica y trae buenos frutos.

 "La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor."

Proverbios 15:1 

Este proverbio nos muestra que la manera en que respondemos puede calmar o encender emociones. Las palabras suaves y amables pueden cambiar el ambiente y traer paz a una situación tensa.

"De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así."

Santiago 3:10 

Santiago nos advierte sobre la incongruencia de usar nuestra boca para bendecir y maldecir. Como creyentes, estamos llamados a ser consistentes en nuestra fe, incluyendo nuestras palabras.

Hoy, revisa tu lenguaje y reflexiona sobre las palabras que usas diariamente. Si tienes el hábito de usar palabras vulgares o expresiones ofensivas, ora a Dios para que te ayude a controlarlas y reemplazarlas con palabras de bendición. Recuerda que nuestras palabras son poderosas y pueden traer vida o muerte (Proverbios 18:21). Esfuérzate por ser un reflejo de Jesús en cada palabra que pronuncies.

Oremos: Señor, ayúdame a controlar mi lengua y a escoger palabras que edifiquen y bendigan a quienes me escuchan. Que mi hablar refleje Tu amor, y que por medio de él pueda traer paz y alegría a los demás. Moldéame, Señor, para ser un ejemplo en todas mis palabras. En el nombre de Jesús, amén.


Dios te continúe bendiciendo 


Julia Andrea Bustamante 

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