¡NO LO HIERAS MÁS!
"Y no
contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el
día de la redención."
Efesios 4:30
Cada vez que pecamos, no solo quebrantamos una ley; herimos el corazón de Aquel que nos amó primero. Jesús no murió en la cruz para que sigamos jugando con el pecado. Él se entregó por ti, no solo para salvarte, sino para limpiarte, transformarte y hacerte parte de Su santidad. Pecar deliberadamente es clavar de nuevo los clavos en Sus manos. ¿Te das cuenta de eso? Cuando elegimos ofender a Dios por placer, orgullo o indiferencia, estamos diciéndole: “Mi voluntad vale más que Tu sangre”.
"¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios."
1 Corintios
6:19-20
El Espíritu Santo que habita en
ti , si eres hijo de Dios, se duele. Sí, Él siente dolor cuando nos ve volver a
aquello que Jesús venció por nosotros. Él no es una fuerza impersonal, es una
Persona Divina, sensible, amorosa. Y cada vez que cedes a lo que sabes que
entristece a Dios, el Espíritu Santo llora dentro de ti.
"El que
peca voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya
no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de
juicio y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios."
Hebreos
10:26-27
Este pasaje es una de las
advertencias más serias de toda la Biblia. No está dirigido a personas
ignorantes del evangelio, sino a aquellos que ya han recibido el
conocimiento de la verdad. Es decir, gente que ha escuchado, entendido y
tal vez hasta experimentado el poder del evangelio de Jesucristo.
La clave está en la frase "peca
voluntariamente". No se refiere a una caída ocasional, o a una lucha
genuina con el pecado. El texto habla de alguien que, con pleno conocimiento de
lo que es verdadero, elige rebelarse conscientemente contra Dios,
despreciando el sacrificio de Cristo y volviendo al pecado como estilo de vida.
Es como mirar a Jesús
crucificado, ver Su sangre derramada… y decir: “No me importa.”
Eso no es debilidad humana. Eso es rebeldía endurecida.
Cuando una persona llega a ese
punto, el texto declara que “ya no queda más sacrificio por los pecados”.
No porque la sangre de Cristo haya perdido poder, sino porque esa persona ha rechazado
el único camino por el cual puede ser perdonada. No hay otro sacrificio. No
hay otro evangelio. Y si alguien desprecia ese regalo, lo único que le queda es
lo que el versículo llama:
“una horrenda expectación de juicio”.
Palabras como “horrenda”,
“juicio” y “hervor de fuego” no están allí por casualidad. Dios no está
tratando de asustar, sino de despertar. Este texto quiere hablarnos a
nuestra conciencia, para que no juguemos con la gracia. Para que no nos engañemos
creyendo que podemos vivir en pecado y aún así reclamar las promesas de
salvación.
Oremos:
Señor Jesús,
Perdóname por cada vez que he herido Tu corazón con mis actos, mis pensamientos y mi indiferencia. Hazme consciente del dolor que causa el pecado, no solo en mi vida, sino en Tu Espíritu. Espíritu Santo, quebranta mi orgullo, y convence mi alma hasta que no quede en mí deseo de ofenderte. Hazme vivir para agradarte, no por miedo, sino por amor. No quiero crucificarte de nuevo con mi vida. Llévame a la cruz y déjame allí, hasta que muera todo lo que no te glorifica, en el nombre de Jesús, Amén.
Que nuestro desafío sea:
Antes de actuar, hablar o pensar detengámonos y preguntémonos:
¿Esto entristecerá al Espíritu
Santo? Y si la respuesta es sí... huye.
No juguemos con lo que mató a nuestro
Salvador.
Jesús no merece un amor a medias.
Él merece todo.
Y hoy podemos comenzar a dárselo.
Dios te continúe
bendiciendo
Julia Andrea Bustamante
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